martes, 26 de noviembre de 2013

¿Quiénes son los idiotas?

De vez en cuando aquí en Wroclaw se organizan tardes/noches de cine internacional, en las que la gente propone películas de sus países natales y se ven en versión original con subtítulos en inglés. Fui invitado por una amiga a la última sesión y se debatía entre dos posibles películas: Nueve Reinas (Argentina) y 3 idiots (India). La película argentina ya la había visto, y la india me sonaba a comedia absurda, pero como no tenía nada mejor que hacer, decidí ir a ver... Ganó la película asiática, y no os podéis imaginar la sorpresa que me llevé.
Hace varios años ya vi una película de Bollywood, Lagaan, que un buen amigo de la familia recomendó a mi padre, y la verdad es que también me sorprendió. Aunque los números musicales se me hacen pesados, esa visión ultra-optimista que tienen de la vida me cogió. En esa película el protagonista resuelve el tema de las castas en la India, la opresión británica y otros aspectos complicados de la vida en los pueblecitos indios en la época victoriana simplemente jugando al cricket. En la de 3 idiots el protagonista (que es el mismo actor...) es un estudiante de ingeniería top. Es el mejor con diferencia, pero es diferente al resto. No se conforma con eso. No le interesa ser el mejor, sino hacer lo que da sentido a su vida, lo que está en el fondo de su corazón. Por este motivo choca con una sociedad en la que el destino de cada uno está fijado desde el momento en que naces, en la que desde pequeño te enseñan que la vida es una carrera, y que nadie recuerda nunca al segundo clasificado; con una educación en la que se premia la memorización y no el aprendizaje...



En fin, no quiero contaros más. Vedla vosotros mismos, y os aseguro que descubriréis cosas maravillosas!

domingo, 24 de noviembre de 2013

El regreso III: noche de desesperación

Por suerte, la estación de servicio en la que me dejó Jaroslav era 24 horas, así que me metí dentro para no pasar frío. Les conté mi historia al chico y la chica que estaban trabajando, y aunque no hablaban mucho inglés parecían dispuestos a ayudarme: a un par de personas que entraron les preguntaron en checo si se dirigían a Polonia, pero no hubo suerte y pronto dejaron de molestarse, así que me tocó a mí intentar hacerles entender a los pobres conductores mi propósito. Por desgracia, la mayoría de personas en la República Checa parece que flaquean en inglés... Pregunté a la chica cómo se llamaba la ciudad en la que me habían dejado, y me informó que era un pueblecito a unos 20km de Praga llamado Nupaky. Cogí una de las guías que tenían a la venta para situarme y ver dónde estaba, y me pareció que no era el mejor sitio para dirigirse a Polonia, así que pregunté a la muchacha si había mucha gente dirigiéndose a Polonia. Me dijo que creía que sí. Que todo el mundo que pasara por allí iba en dirección Praga, y que para ir a Polonia había que pasar por Praga, así que mi ánimo no decaía. La gente llegaba con cuentagotas (no hay que olvidar que era las tantas de la madrugada...), y nadie parecía dispuesto a llevarme. Además, la mayoría de gente que venía eran camioneros, y me enteré más tarde que es muy complicado que te lleven en un camión, por temas de seguro y esas cosas, que la empresa no lo cubre. Me senté en una mesa e intenté echar una cabezadita, pero me despertaba con cada persona que entraba y volvía a la carga. Así pasaron horas y horas. Empezaba a preocuparme, pero estaba seguro de que por la mañana pasaría más gente, así que me comí los sándwiches que todavía llevaba conmigo y esperé con paciencia. A eso de las 6 de la mañana empezó a haber más movimiento. Venían más coches, pero nadie iba hacia Polonia... El tiempo seguía pasando y la gente seguía diciéndome que no. Salí a ver si podía irme andando hacia el pueblo, pero estaba en plena autopista, y por allí no se puede andar... Empezaba a desesperarme, así que decidí preguntar por Praga en vez de Polonia. Ya no quería hacer autostop: llevaba allí casi 4 horas y no había habido ningún tipo de progreso, así que lo tenía clarísimo: que alguien me llevara a Praga, y desde allí cogería un tren hasta Wroclaw. Iluso de mí. Parece que la gente en la República Checa no está acostumbrada a esto del autostop, y aunque bastante gente me dijo que iba a Praga, luego no me querían llevar. Llegaron otros tres empleados, con lo que una nueva idea pasó por mi cabeza: el chico y la chica con los que he pasado toda la noche me pueden llevar a Praga cuando cambien de turno. Así pues, a las 7, cuando vi que se iban me dirigí a ellos con la mejor cara de pena que supe poner y les pedí que me llevaran a Praga. El chico enseguida me dijo que no, que no iban a Praga. Le pedí que me llevara a cualquier sitio, que sólo quería coger un tren e irme a casa. Sin ni siquiera mirarme, mientras se metía en el coche me dijo: "coge el autobús". ¿El autobús? ¿Qué autobús? No hay respuesta... Por suerte, uno de los nuevos empleados era mejor persona, y se me acercó para indicarme que había una parada de bus justo al lado de la gasolinera. Era un servicio gratuito para los transportistas que trabajaban en unas oficinas que había allí, pero en principio nadie tendría que ponerme ningún inconveniente... Así que esperé en la parada y a las 7:30, después de dejar bajar a toda la gente, subí yo solo. El conductor me miró y me dijo algo en checo que interpreté como un "¿adónde vas?". Dije Praga muy orgulloso y me indicó que me bajara del bus. No me lo podía creer. ¡Jamás saldría de esa gasolinera! Con lágrimas en los ojos fui a buscar a mi amigo empleado y le conté la situación. Me dijo que no me preocupara, que en media hora llegaba otro y que él mismo iría a hablar con el conductor para que me dejara subir. Y así lo hizo. A las 8 nos fuimos los dos al bus, le explicó al conductor mi situación en checo y éste dio su beneplácito.
Ya en Praga, me metí en el metro y me dirigí a la estación central. Allí pregunté en la "Ticket's office" por el primer billete a Wroclaw. La mujer me sacó un planning para coger tres trenes diferentes, con una hora de transbordo entre cada uno de ellos. Me indicó que eso era necesario, porque los trenes iban un poco mal en la República Checa... Me salió por 14€, eran aproximadamente las 9 de la mañana, y el tren no salía hasta las 11:47, así que me fui a dar una vuelta por Praga, a buscar un centro comercial donde poder comer algo sin tener que cambiar de moneda y usar un baño sin tener que pagar. Mis ánimos entonces estaban por las nubes, así que al llegar al centro comercial, me senté en un McDonald's para tener WiFi y empecé a escribir a todo el mundo diciendo que ya no había nada de qué preocuparse, que todo estaba arreglado y que a las 18:23 llegaría a Wroclaw. Una vez más, iluso de mí. Cuando acabé con eso, todavía me quedaba un buen tiempo, así que me di una vuelta por el centro comercial y encontré una enorme librería, en la que me compré The day of the Jackal, de Frederick Forsyth, para hacer más ameno el viaje.

"It may take a little longer but I'll know how to find my
way back..."
The Eels - Railroad Man
Cuando llegó la hora, me fui de nuevo a la estación, subí al tren, me senté en el primer compartimento que encontré vacío e intenté leer, pero el cansancio y el inglés podían conmigo, y los ojos se me cerraban. La cosa iba bien. La lluvia había amainado, y el sol me daba en la cara mientras escuchaba canciones que me llenaban de optimismo. Íbamos a la hora en cada estación, no había retrasos ni imprevistos... hasta la penúltima estación. Allí estuvimos parados durante 45 minutos, esperando otro tren que tenía que unirse al nuestro. Eso todavía me dejaba 15 minutos de margen entre tren y tren. Avanzamos. Muuuuuy despacio. Y nos paramos de nuevo en medio de la vía. Pregunté a la chica del compartimento de al lado qué debía hacer si perdía el enlace. Me dijo que no me preocupara, que bajara en la estación prevista y que allí me lo arreglarían. Al final llegamos a Ústí nad Orlicí con más o menos una hora y media de retraso...
Salí del tren bastante mosqueado. Enseñé mi plan de viaje al jefe de estación y le pregunté qué tenía que hacer. Me dijo que mi próximo tren pasaba a las 5 de la tarde. No me lo podía creer, así que le pregunté si no había otra forma de llegar a Wroclaw, y su respuesta fue: “no es mi problema si tu tren se ha retrasado…”. Ese fue el único momento en toda mi aventura en que realmente perdí los papeles. Le grité que mi problema tampoco era, y que si él trabajaba allí algo de culpa podía asumir. A lo que sólo me dijo que preguntara en la “Ticket’s office”. Allí me dirigí, intentando calmarme y le pregunté lo mismo a la señora que estaba trabajando. Me dijo que no me preocupara, me explicó que había algunos trozos de la vía que estaban arreglando y que estaban acostumbrados a esos retrasos, con lo que también estaban preparados. Me imprimió dos nuevos plannings (sin que me costara más dinero): en uno tenía que coger tres trenes más; el otro era directo a Wroclaw pero llegaba más tarde. Le pregunté si no era mejor esperar y coger el directo para no tener más problemas con lo de los arreglos en las vías, pero me dijo que no. Me enseñó las estaciones por las que pasaban mis tres trenes, y todas coincidían con las estaciones por las que pasaba el que iba directo, con lo que si volvía a tener problemas sólo tenía que esperar en cualquier estación a que llegara el directo. Se lo agradecí un montón y como tenía más de una hora de espera, decidí ir a dar una vuelta por el pueblo. Entré en un par de bares para tomar una cerveza, pero en ningún sitio me dejaban pagar con tarjeta, así que volví a la estación y me puse a leer.

Esta foto la hice en la estación después de que me dijeran que "algunos
tramos de la vía" estaba siendo reparados. Como podéis ver, sería más
apropiado decir que "algunos tramos de la vía están bien"...
Mi siguiente tren llegó puntual, y me bajé a las pocas paradas en Lichkov. Allí tenía que coger un tren que me llevara a Miedzylesie y luego otro a Wroclaw, pero el tren que estaba esperándome ponía que se dirigía directamente a Wroclaw. Pregunté a un par de personas pero nadie sabía nada, así que me senté y esperé. Si realmente ese tren iba a Wroclaw, todavía mejor. Arrancamos, y en cuanto vino el revisor le pregunté si íbamos a Wroclaw. Me dijo que sí, confirmó que la hora de llegada era la que yo esperaba, y ahora sí que todo se estaba acabando. Tenía el planning entero, así que en cada estación controlaba que fuéramos a la hora, y así era. A lo mejor llevábamos 5 ó 10 minutos de retraso, pero esto en la República Checa no es nada (ni en España tampoco…).
Finalmente, cerca de las 20:30 (casi 40 horas después de haber empezado la aventura...) llegué a Wroclaw. Allí todavía tuve algún que otro imprevisto ayudando a un austriaco al que había conocido en el último tren y al intentar llegar a la residencia en tranvía, pero eso ya no importaba. Me sentía en casa...

viernes, 22 de noviembre de 2013

El regreso II: un ángel checo llamado Jaroslav

Mediante gestos y algunas palabras en polaco (que creo que es parecido al checo), le dije que me llamaba Nico, nombre que no se le olvidó, y él tuvo que repetir Jaroslav un par de veces para que a mí me quedara claro el suyo. Empezamos a tirar, intentando conversar, pero no llegábamos a entendernos, así que me limité a cruzarme de brazos y escuchar el CD de música checa que tenía mi conductor. A los pocos minutos Jaroslav gritó: ¡¡¡NICO!!! Sobresaltado le miré y dijo "bla, bla, bla", a la vez que me hacía gestos como indicándome que le contara algo. Intenté hablar en inglés. Él me contestó algo en checo. Chapurreé algo de polaco. Hizo un gesto como diciendo "bah, no hace falta ni que te esfuerces", así que volví a mi postura inicial. Pero a los 15 minutos o así otro grito y la misma historia. Eso se repitió varias veces, y todo lo que conseguí contestarle fue que soy de Barcelona, que estoy de Erasmus en Wroclaw (esta parte no estoy muy seguro de si la entendió...) y que mis padres se llaman Enric y Maria y viven en España. Al rato de estar conduciendo paró en un descampado para bajar a hacer sus necesidades (tengo que aclarar que en muchos países de la zona, los baños públicos son de pago, y el amigo tenía que mear a menudo. Pero no os preocupéis, sólo os contaré la primera vez porque me impactó; el resto fueron igual). Como decía, pues, bajó y me dejó en el coche CON LAS LLAVES PUESTAS Y EL COCHE EN MARCHA! Cuando le cuentas a la gente que harás autostop, por lo general imaginan lo peor: a ver si te van a secuestrar, si no te va a coger nadie y morirás de frío en cualquier carretera... ¿Por qué cuesta tanto aceptar que la gente no es mala? ¿Por qué seguimos desconfiando de nuestros hermanos? Jaroslav apenas sabía nada de mí, no me entendía cuando hablaba y yo no le entendía a él, y sin embargo se fiaba de mí. Dudo que en ningún momento pensara que podía cambiarme de asiento y robarle el coche, porque es algo que él no haría. Mi padre me enseñó hace tiempo que sólo piensas que te pueden hacer lo que tú también harías: si piensas que te robarán, es porque tú lo harías; si prestas dinero y piensas que no te lo devolverán, es porque tú no lo devolverías... Y en muchos aspectos, Jaroslav me recordaba a mi padre.
Sigamos. Después de hacer lo suyo, Jaroslav se metió de nuevo en el coche, y tras otro intento fallido de conversación, me dijo que durmiera un rato, y así lo hice. El viaje fue transcurriendo con normalidad hasta que llegamos a un pueblecito a unos 100 km de Frankfurt llamado Kamp-Bornhofen, donde paró el coche en lo que parecía un parking particular y me indicó que me bajara. Nos metimos en una casa, donde nos recibió otro señor mayor, que se puso a hablar amigablemente en alemán con Jaroslav. Nos llevó a su patio (muy bonito, pero poco cuidado...), y nos metimos en una barraquita que me recordaba a la que tiene mi abuelo en su viñedo: lleno de herramientas sin orden aparente, sucia... y llena de pájaros (eso no está en la de mi abuelo). Jaroslav se puso a mirar los pájaros con atención y escogió 5. Después de hacer cuentas en un pedazo de papel que encontró por allí, los dos hombres acordaron que 300€ por los 5 pájaros era una buena cantidad. Jaroslav dio el dinero al señor, metió los pájaros en una caja y salimos de la barraca. Al volver a entrar en casa, Jaroslav se quitó las botas y me indicó que hiciera lo mismo, cosa que hice, y le seguí al salón, donde el señor nos sirvió café y rebanadas de pan con salami y jamón (ahumado...). Nuestro anfitrión se puso a hablar en alemán con Jaroslav, y supongo que éste le dijo que ni lo intentara conmigo, porque no lo hizo. Después de la merienda nos calzamos y volvimos al coche con los pájaros, que metió en el maletero, donde pude ver que ya tenía otra caja con a saber cuántos pájaros más.
Reanudamos nuestro camino, y en una hora aproximadamente ya estábamos en Frankfurt. Me daba penita despedirme de Jaroslav, pero le dije que me dejara en cualquier gasolinera, porque también echaba de menos un poco de conversación con alguien que entendiera mi idioma... Y problemas otra vez. Empezó a preguntarme dónde estaba mi hotel. "Hotel?", decía él. "No hotel", decía yo, "gas station". Y Jaroslav movía la cabeza diciendo que no. Y volvía a insistir con lo del hotel, y me hacía gestos como que tenía que dormir. Intenté explicarle que quería para en una gasolinera para montarme en otro coche y, si Dios quiere, dormir en Polonia. Hablando, hablando, dejamos atrás Frankfurt. Me señaló y dijo "Praha". Y se acabó la discusión. Tampoco era un mal plan: la República Checa está debajo de Polonia, y Wroclaw está al sur, así que podía reajustar mis planes. 
Seguimos tirando, y pasamos Würzburg (donde estuve tentado de decirle que parara porque tengo un amigo de Erasmus...), Nüremberg, y seguíamos tirando. Yo seguía llevando mis sándwiches en el bolsillo del abrigo, y empezaba a ser hora de cenar, así que los saqué. Jaroslav me miró y me dijo que lo guardara otra vez. Pensé que no quería que comiera en su coche (aunque no estaba precisamente limpio, que digamos...). Paró en otro descampado, regó el césped, cogió una bolsa de la parte de atrás del coche y sacó dos sándwiches: me ofreció uno y empezó a comer el otro. Le dije que tenía los míos e insistió en que comiera su bocadillo, así que me lo comí. Cuando terminamos, sacó otros dos, y se repitió la misma escena, aunque esa vez insistí un poco más en que yo ya tenía comida, y se puso a gritar en checo, así que al final me comí la mitad de su cena. Me ofreció agua y reanudamos la marcha sin más problemas. A eso de las 12 de la noche paró en una estación de servició y me dijo que necesitaba dormir. Dejó el aire funcionando para no morirnos de frío, sacó una almohada grande, me miró y me la ofreció. Luego sacó otra pequeñita para él y una manta suficientemente grande para taparnos a los dos. Reclinamos los asientos y dormimos durante una hora y media.
Este era el plan inicial. Como podéis ver, no tardé mucho en cambiar...
Cuando nos despertamos me volvió a preguntar si mi destino final era Wroclaw. Le respondí que sí y consultó la ruta desde Praga en su GPS. En ese momento un pensamiento cruzó mi mente: Jaroslav es mi ángel de la guarda y me va a llevar a Wroclaw. Pero no, sólo quería decirme los kilómetros que me faltarían... A eso de las 3 de la mañana me dejó en una estación de servicio a unos 30 km de Praga, me dijo que él vivía bastante más lejos, me pidió mi correo electrónico y ya no he vuelto a saber más de Jaroslav. Ojalá algún día reciba un correo suyo...

Y una vez más, tengo que dejar el final para otro día. Espero terminar la historia mañana o el domingo (ya queda poco...).

jueves, 21 de noviembre de 2013

El regreso (o cómo recorrer más de 800 km sin pagar un duro...)

Bueno, vamos allá. El martes me levanté a eso de las 6 de la mañana para empezar el duro regreso a casa desde Bélgica. Había tenido problemas con mi supuesto conductor en BlaBlaCar la noche anterior, así que la opción que me parecía más acertada en ese momento era hacer autostop hasta Polonia. Mis amigos me convencieron para que primero cogiera un tren hasta Lieja, y desde allí sería más fácil pillar algún coche que fuera a Alemania, así que Olga y yo nos fuimos a la estación, con intención de coger el tren de las 8:01, y allí empezaron los problemas. Nada más llegar a la estación central se nos acerca un chaval joven con un micro y empieza a hablarnos en francés. Olga habla con él un rato. Entiendo algo sobre una huelga y una entrevista para Radio Bruselas. Olga dice que no. El chaval me mira. Le digo que no hablo francés, y me cuenta todo en inglés. Hay una huelga y al parecer no se ha avisado por ningún medio, con lo cual es imposible que la gente se haya enterado. Nos acercamos a las pantallas y vemos que el tren a Lieja de las 8:01 está cancelado. El amigo me hace una entrevista rápida en inglés y me desea suerte en mi viaje. Ahora hay dos opciones: un tren a las 8:07 y otro a las 8:35. Me decido por el último, porque llega antes (no me preguntéis cómo) y así tengo tiempo a desayunar algo en Bruselas.
Olga y yo nos sentamos en unas mesas enfrente de las pantallas para ir controlando los trenes mientras tomamos un café. Vemos con horror como algunos trenes son cancelados y la mayoría vienen con retraso. El de las 8:07 dice que lleva "retraso indeterminado". A los 10 minutos ya dice que se ha cancelado. Cada vez hay menos espacio para nuevos trenes en las pantallas, debido al alto número de retrasos que se van acumulando. A las 8:30 bajamos al andén, no vaya a ser que justo este tren llegue puntual... y así es. A las 8:35 llega mi tren, me despido de Olga, y encaro el autostop con ánimo, visto que con el tren he tenido mucha suerte.



Poco antes de las 10 llego a Lieja, y empiezo a andar sin saber muy bien a dónde me dirijo. Intento seguir los carteles que indican la autopista en dirección Aachen, que ya es ciudad alemana y me sirve como referencia. Encuentro una entrada a la autopista donde hay un semáforo, y decido que es un buen sitio para esperar, porque no hay peligro y los coches van en la dirección deseada. Error. Después de que varios conductores me hagan un "no" con la cabeza al verme levantar el pulgar, se para un amigo y me pregunta dónde voy. "Germany, Poland...". "Sorry, I'm going to Namur...". Totalmente en la dirección opuesta, así que esa entrada era para ambos sentidos. Empiezo a desanimarme, pero a los 15 minutos para un cochazo y me dice que me suba, sin ni siquiera preguntar dónde voy. Después de darle las gracias le digo hacia donde me dirijo, y me informa de que él va a Namur, como el de antes, pero que puede acercarme a una estación de servicio a unos 15km, por donde pasan muchos camiones dirección Alemania. Se lo agradezco y enseguida hace una llamada con su manos libres. No sé mucho francés, pero entendí que hablaba con su secretaria para aplazar una reunión, porque había tenido un contratiempo y llegaría un poco tarde. Gracias a Dios, todavía hay gente buena en el mundo. Así que me dejó en la Aire de Tignée, donde yo no tenía muy claro qué hacer o dónde ponerme.
Empecé poniéndome en la puerta de la estación de servicio, preguntando a todo el que pasaba si me podían llevar a Alemania. La mayoría decían que no podían, que iban en otra dirección. Bastantes sencillamente no me entendían. Y por último, algunos pocos, me decían que no querían. Tal cual. No hay de qué culparles, pero duele que la gente no se fíe de ti... Decidí cambiar mi estrategia para no recibir esas decepciones. Me fui hacia la salida de la gasolinera, en una rotonda en la que había un pequeño recodo donde un coche se podía para si quería. Pero nadie paró. La verdad es que una rotonda no es el mejor sitio para colocarse... Estaba lloviendo, así que decidí volver a mi puesto inicial, donde al menos no me mojaba y me podía resguardar mejor del viento. Y desde allí, vi un puesto mejor: otra salida, debajo de un puente para no mojarme, por donde los coches tenían que pasar muy despacito y no sería un problema parar. Levanté el dedo y después de unos pocos coches, uno se paró y me preguntó. "Germany?", dije yo. "France", dijo él. La historia se repitió un par de veces más. Llevaba ya unas dos horas en la estación de servicio, y perdía la esperanza de que alguien fuera a Alemania. Me moría de frío, tenía que ir al baño y el hambre empezaba a notarse, así que decidí que entrar un rato no empeoraría las cosas. Después de trabajar bien en el baño, me compré un par de sándwiches para el viaje. Y entonces vi a mi salvador: una matrícula de la República Checa. Guardé mi comida en los bolsillos de mi abrigo, le abordé y... nueva decepción: no habla inglés. De alguna forma entiende que le estoy preguntando si va a Praga, y me responde que sí, a la vez que me hace gestos para que espere. Se mete en la estación de servicio. Vuelve a salir, va a su coche, coge algo y vuelve a entrar, a la vez que me mira y me repite que espere. Cada vez tengo más claro que el pobre hombre no sabe cómo decirme que no, así que evito mirarle cuando sale otra vez. Pero se me acerca, y me pregunta si voy a Praga. Estaba preparado para eso, así que llevaba una foto en el móvil del camino que más o menos tenía previsto seguir. Me miró decepcionado, y me dijo que su ruta era Frankfurt, Nüremberg, Praga. Me pregunta si me sirve alguno de esos sitios, y yo le digo que por supuesto. Estaba desesperado por abandonar esa gasolinera. Entrar en Alemania lo veía como una solución más que aceptable, así que le hice entender que Frankfurt me venía bien...

Mañana termino. Lo prometo.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Un paréntesis para invitar a SOÑAR

Perdón por no terminar mi aventura en Bruselas. Todo llegará, pero ahora mismo tengo la cabeza en otras cosas que en escribir en el blog. Espero ponerme a ello la semana que viene y poneros un poco al día. Por ahora, os dejo con este vídeo con el que me he cruzado en Facebook. Un vídeo que nos anima a soñar, a no tener miedo a intentar, diga lo que diga la gente a nuestro alrededor.
En fin, miradlo y opinad vosotros mismos:

domingo, 10 de noviembre de 2013

Segunda parte: Bruselas

Supongo que todos habréis oído hablar de la cerveza belga. Si no lo habéis hecho, os diré una única palabra: sensacional. Es la mejor cerveza que he probado nunca. Así que después de comer algo en el sitio de fritos, Olga y yo nos fuimos directamente a buscar un bar donde tomar una buena cerveza. Y el sitio fue el Delirium, el local que tiene el Record Guinness de "Bar con mayor número de cervezas". Para que os hagáis una idea, tienen un libro con la oferta de birras. Olga se pidió una Delirium, la cerveza propia del bar, y yo una Kasteel tostada. Buenísima. De camino allí habíamos pasado por la Grand-Place, la plaza del ayuntamiento, un sitio precioso donde estaría muy bien ponerse a tocar el saxo, y en la entrada del Delirium también pudimos ver la Jeanneke Pis, y si el Manneken Pis ya es ordinario, eso lo es todavía más. Es un simple reclamo turístico para que te acerques al bar...

La primera de muchas cervezas en Bélgica, en el Delirium...
Después de ir a casa y descargar las cosas, fuimos otra vez al centro, a conocer más bares y más cerveza.
Leef, Chimay, Maredsous, Grimbergen, Keizer Karel, Maes... Y por la noche, Pulp Fiction y a dormir.

En el Atomium. Como veis, también he hecho visitas turísticas...
El domingo por la mañana fui a una Misa en español que encontré por allí, comimos, y por la tarde un poco de visita turística, para que no se diga que sólo he ido a beber. Primero fuimos al parque del centenario, a ver el Atomium, una escultura que muestra un cristal de hierro, ampliado varias veces, y que dos químicos no podían dejar de visitar... Después de esto, fuimos al lado del río, donde había un supuesto espectáculo de luces... Unas cuantas proyecciones sobre los edificios, un hombre jugando con la electricidad, unos espejos para tocar las pelotas a los peatones... Así que terminamos yendo al único RockBar de la ciudad. Vacío. Se ve que siempre lo está y no sé por qué. Pedí al camarero que me pusiera algo de Queen, y el amigo se marcó el concierto de Wembley entero. Yo ya sé dónde pasaría todas las noches si viviera allí...

"La Corne du Bois des Pendus"
El lunes era mi último día entero en Bélgica, y para celebrarlo, Olga me llevó a su clase de francés. 3 horas, casi nada... Por suerte me dejó su libro electrónico y se me pasó bastante rápido. Y después de comer, a por las últimas cervezas. Fuimos a un bar a tomar La Corne, una cerveza curiosa por el vaso en el que te la sirven, que tiene forma de cuerno. Y luego a pedir unas patatas fritas al sitio donde dicen que tienen las mejores de toda la ciudad (¡que ya es decir!): el puestecito de Antoine, en la plaza Jourdan. La tienda está en el centro de la plaza, y tiene una especie de acuerdo con la mayoría de bares de allí, para que te dejen entrar con su comida a tomar una cerveza. Así todos salen ganando.


Y el martes...

jueves, 7 de noviembre de 2013

Primera parte de un viaje accidentado

El plan era ir a Bruselas, a ver a una amiga de la carrera que está de Erasmus allí y que me ofrecía alojamiento gratuito gastando lo mínimo en el viaje. Parecía que ir en avión sería barato, porque hay Ryanair directo Wroclaw-Brussels, pero hay que contar con que al dinero del avión hay que sumarle unos 20€ del bus que te lleva del aeropuerto al centro de la capital belga, así que opté por BlaBlaCar (muy recomendable, y parece que bastante extendido por Polonia). Encontré un tal Wojtek, que se ofrecía a llevarme a Antwerpen. Le dije que si no era mucha molestia, avanzara un poco más hasta Gent, y así visitaba a otro amigo del colegio que está de Erasmus allí. Quedamos de acuerdo en el precio, y el viernes a las 14 ya estamos en camino. Él, yo, y una furgoneta llena de cajas vacías, que no entendí muy bien por qué llevaba a un amigo suyo en Inglaterra.
Íbamos escuchando la radio. Música de la buena. Queen, David Bowie... Y entramos en Alemania. Wojtek me dijo que no le gustaba la radio alemana, y que se había grabado un audiobook para hacer más llevadero el viaje... pero era en polaco. ¿Habéis escuchado alguna vez un libro de Stephen King en polaco? Yo sí. Y os aseguro que no es agradable...

Me estoy alargando demasiado, así que pasemos directamente a decir que llegué a Gent el sábado a la 1 de la madrugada, después de haber dormido casi todo el viaje. Allí ya me esperaba mi amigo Joan. Descargamos, cogimos un par de bicis, y nos fuimos al centro a ver si encontrábamos algo abierto, bajo una lluvia torrencial que nos dejó calados hasta los huesos. Fuimos de un garito a otro, y todos estaban cerrando, hasta que entramos en un local con decoración de Halloween y gente muy cocida. Allí disfrutamos de una buena cerveza belga, nos pusimos al día de nuestras respectivas vidas, y nos fuimos a casa, ya sin lluvia, que a la mañana siguiente él se iba a Antwerpen y yo a Bruselas.
El sábado por la mañana mientras íbamos a la estación de tren oí un "¿Nico?" que me hizo parar. Allí estaba Chema, un gallego al que conocí en Moncloa en mi primer año en Madrid. Resulta que estaba de Erasmus en Lille y, al igual que yo, se había venido a Gent a ver a un amigo. ¡Qué pequeño y extraordinario es el mundo! Me despedí de él, me despedí de Joan y me dirigí a Bruselas. Allí estaba durmiendo mi amiga Olga, después de una dura noche de Halloween, así que la llamé para despertarla y avisar de mi llegada. Aunque costó, nos encontramos y nos fuimos a uno de los mil sitios de "fritos" que hay en la ciudad para comer algo. Estos sitios tienen un gran barreño con aceite hirviendo, y varias cosas susceptibles de ser freídas en el expositor. Tú seleccionas lo que quieres, lo meten en el barreño, y en pocos minutos tienes lista tu comida. No será sano, pero está de bueno...
El gallego de erasmus en Lille al que conocí en Madrid y que me
encontré por casualidad en Gent...
Por ahora lo dejo aquí, y mañana os cuento mis visitas por Bruselas, ok?