martes, 28 de junio de 2011

Contra todo pronóstico, en este cuento los de Renfe son los buenos (2ª parte)

Pues sigamos con la historia. Si mal no recuerdo, nos habíamos quedado en mi llegada a Barcelona, alrededor de las 16:20, momento en que me di cuenta que mi billete era para el tren de las 15:35.



En ese momento me entró una especie de ataque de histeria. Llamé a mi madre, pero no me lo cogió. Observé que para entrar en la zona de los trenes de larga distacia hay que pasar un control similar al de los aeropuertos. Me dirigí allí, actuando con fingida normalidad, y rezando para que no miraran mucho el billete. Pasé.


Pero entonces me llamó alguien. Era el que me había dejado pasar. Eran las 16:25. Volvió a mirar mi billete y me dijo que era para el tren que había salido una hora antes. Me mostré tan sorprendido como pude. Le pregunté si no había un tren a las 16:35, que ése era el que yo tenía intención de coger y que probablemente me equivocara al darle al botón en internet (esto es verdad). Me miró y me dijo que tendría que cambiar el billete, al tiempo que me señalaba un cola kilométrica. Puse una cara parecida a la del Gato con Botas en Shrek 2, y el hombre se conmovió. Vió que no mentía, y que efectivamente había cometido un error, así que me dejó pasar y me dijo que preguntara a los de dentro si me podían cambiar ellos el billete. Le di las gracias y me fui corriendo.


Al ir hacia la vía que me tocaba me encontré con el segundo control. Les mostré mi billete y les informé de lo que había pasado, así como de lo que me había dicho el del primer control. Los dos jóvenes que estaban allí se miraron, se les fundieron algunos cables porque lo que yo decía se salía de los "casos posibles" que les habían enseñado en un duro curso de 2 semanas sobre "Cómo ser un buen empleado de Renfe si no tengo la ESO" y me dijeron que el billete sólo se podía cambiar fuera. Intenté que entendieran mi situación y que fueran un poco flexibles, pero el curso de 2 semanas les había enseñado bien, con lo que habían perdido toda capacidad de pensar por sí mismos. Cuando ya pensaba que no podría hacer nada un empleado mayor que estaba por ahí y que había presenciado toda la escena se compadeció de mí (imagino que también de las nuevas generaciones de empleados) y me dijo que no había ningún problema, que había sitios vaciós en el coche 3 y que corriera si no quería perderlo. A eso le llamo yo sentido común. Eran las 16:32.


Subí al coche 3 y me senté en el primer sitio que encontré, del que me echaron rápidamente, porque los sitios están numerados y ese no era el mío (de hecho, ninguno era el mío...), pero me senté en otro sitio y no tuve más problemas hasta llegar a Tarragona, donde subieron nuevos pasajeros que me echaron de mi asiento en 3 ocasiones. Opté por sentarme en el pasillo entre los 2 vagones, porque no sabía que había bar.

Estuve allí sentado, leyendo Los Miserables hasta llegar a Lleida, donde un matrimonio mayor que había visto mis dificultades para sentarme me dijo que ellos ya se bajaban y que ahora tendría 2 asientos para mí. ¡Qué buena gente!



Así concluyó, más o menos, mi aventura para llegar a Pamplona, donde pude descubrir que en la Renfe también trabaja gente buena, y que no hay que juzgar prematuramente.



Os dejo con una foto de un bus de Pamplona, para los que os quejáis de la humedad...



2 comentarios:

Ferran dijo...

"Els miserables"! Tinc unes ganes de llegir-lo... Però he acabat "El conde de Monte-Cristo" fa res i, tot i disfrutar-lo de valent, m'ha deixat empatxat de literatura francesa del XIX (per això ara he agafat la "Ilíada", d'Homer). Quan em passi, me'l llegiré.

Perquè me'l recomanes, no?

Nico dijo...

Per suposat que te'l recomano, però jo no te'l podré deixar... Era de la biblioteca!
Fins aviat!!!