lunes, 23 de mayo de 2011

Un viernes como otro cualquiera

Quise publicar esta entrada el sábado por la mañana, pero como habéis podido comprobar los que entráis en el blog de forma más o menos regular, no lo hice, así que algunos de los detalles del pasado viernes es posible que se me escapen. Empecemos.


Por la mañana, a clase. Y ya está. No hay más que comentar sobre esa etapa del día, porque hay una especie de cultura popular que insiste en no considerar la mañana del viernes como parte del viernes, sino como una continuación del suplicio que supone ir a clase cada día.


Al salir de clase empezó el viernes: me fui al Colegio Mayor a buscar el abono del metro, porque tenía que ir a las Rozas, donde habíamos quedado los de clase para hacer una barbacoa en casa de uno que tiene una pequeña mansión allí.

Llegué sin problemas a Moncloa (parada de metro, no Colegio Mayor), desde donde tenía que coger el autobús. Llegué también sin problemas al autobús y a las Rozas. Allí ya me encontré un poco perdido, y llamé a mis compañeros para que vinieran a recogerme a la parada.

"Ok", me dijeron, "pero empieza a andar hacia aquí, porque estamos un poco lejos".

"Bien. ¿Hacia donde tengo que ir?" "¿Ves un caminito de tierra que sale de la rotonda y que se mete hacia un parque?". "Sí". "Pues no lo cojas". (En este momento me sentí un poco como John Wayne en El hombre tranquilo). Entonces empezamos una conversación un poco curiosa para intentar descubrir por dónde debía tirar. En un momento oí "...y entonces verás unos arbustos en forma de huevo...". Eso fue el colmo. Allí decidí que me estaba tomando el pelo y que ya llegaría: ¿cómo son unos arbustos con forma de huevo? Pero entonces me giré y los reconocí. Siento no haber hecho fotos, pero en cuanto los ves es imposible equivocarse: tienen forma de huevo. A partir de ese momento comenzamos a entendernos y todo fue de maravilla.


Un poco de billar, ping-pong (nunca me había dado cuenta de lo cutre que es este nombre...), y a preparar la barbacoa. No teníamos nada para encender el fuego, así que usamos alcohol de cocina, perfumado con aroma a rosas (en serio, os lo recomiendo para las barbacoas: la carne desprende un olor que casi sabe mal comérsela...). Una buena comida (un poco picante para algunos) y después a amenizar con un poco de música.

Me llegó la hora de irme, porque tenía que ir al partido de los chavales, que nos lo habían cambiado de día y jugábamos el viernes por la tarde. Iba un poco justo de tiempo, y el anfitrión me dijo que para ir más rápido saliera por otra puerta: tenía que subir unas escaleras, abrir la puerta y girar a la derecha, y ya me encontraría con la parada al final de la carretera (recordad que estaba un poco lejos). Como suele pasarme, no escuché toda la información, y me quedé en lo de abrir la puerta. Cundo salí no sabía hacia dónde ir, y opté por la opción equivocada (seguro que Murphy escribió alguna ley que supusiera mi error). Me di cuenta y me fui pa l'otro lao, pero ya no me quedaba tiempo, y veía que no llegaría a tiempo para coger el bus, lo que implicaba esperar 20 minutos en la parada sin hacer nada.

Entonces se acercó una furgoneta, la paré y pedí al conductor si me podía llevar a la parada. Por supuesto, dijo con un acento del norte de África. "¡Mierda!", pensé, "¿dónde me he metido?", pero enseguida me tranquilicé y me puse a conversar un poco con el buen hombre. Me dijo que la semana pasada una mujer había tenido el mismo problema que yo y que él la había ayudado. Un buen tipo. Pasamos por la parada cuando el reloj de su furgoneta marca las 17:39, y el bus sale a las 17:40. Le digo que muchas gracias, pero no frena. Me dice que si lo pierdo tendré que esperar 20 minutos y que me llevará a otra parada por la que pasan muchos buses y que todos me llevan a Moncloa. Otra vez me entra el canguelo. "¿Qué le cuesta a este tío dejarme aquí mismo?" Mientras seguimos avanzando me va enseñando las chozas y se queja de que algunos vivan tan bien. Nos cruzamos con un bus estacionado en una parada, pero tampoco se detiene. "Este tiene que dar toda la vuelta a las Rozas, todavía...". Ya no sé dónde me llevará, pero tampoco puedo bajarme sin más...


Al final me dejó donde me había dicho: en una parada por donde pasan varios buses, y me enfadé conmigo mismo por haberme dejado llevar por los prejuicios, cosa que tanto he criticado en este blog. Pido perdón al buen hombre, aunque dudo que lea esto.

4 comentarios:

alvallega dijo...

Cómo que pensabas que te estaba vacilando, en tan baja estima me tienes? xDD

Vaya personaje estás hecho, haber vuelto y te llevaba alguno de estos en el Charlymóvil!

Marc Roig Tió dijo...

Creo que escuché en la radio que ping-pong hace referencia al juego lúdico (es decir el que hacías tú, sin demasiada calidad) mientras que tenis de mesa se utiliza para el deporte en sí. Por lo tanto, la cutreza del nombre hace juego con tu nivel.

Nico dijo...

No te preocupes, Álvaro, al final todo salió bien (excepto el partido...).

Gracias por la aclaración, Marc...

Dani dijo...

Sí, la verdad que es una putada, porque intentamos evitar llevarnos por los prejuicios, los criticamos, pero al final éstos pueden con nosotros... Y nos sentimos tan estúpidos...