sábado, 17 de mayo de 2014

Llevando Catalunya a Wrocław

Sigo con la vuelta a Wrocław después de Semana Santa.

Al ir a casa, llené la maleta de ropa de invierno que suponía que ya no iba a necesitar, de tal forma que al volver a Polonia tendría una maleta prácticamente vacía, donde podría meter, además de las fresas para la familia de Mikołaj, algunos otros productos de mi querida tierra: panceta (sí, no es especialmente típico de Catalunya, pero sobró de una barbacoa que hicimos en casa y me la llevé), butifarra (blanca y negra) y calçots. Marcos, un amigo madrileño del que ya he hablado en alguna otra ocasión, me había dicho que sabía preparar la salsa romesco, así que quedamos en que haríamos una calçotada a mi vuelta. Y la hicimos.

Tuvimos algunos problemas, porque para preparar los calçots se necesita llama, y la barbacoa que tenemos es casi de juguete, con lo que a duras penas se consiguen algunas brasas, y mucho menos un buen fuego. Además, como el tiempo no era el mejor, no pudimos ir al parque a montar la barbacoa, sino que nos instalamos en uno de los pequeños balcones que tenemos en cada habitación. Sin embargo, el resultado final fue espectacular, y la compañía, aunque escasa, era la mejor: Marcos, madrileño; Xabi, vasco, y Tobias, alemán. Os dejo con algunas fotos, ya que no hay mucho más que contar sobre el tema.

Como podéis ver, hacer calçots en una
barbacoa así tiene mérito
No tardamos nada en sacar las primeras cervezas...


Tobias, un alemán que no tiene problemas en adaptarse a otras culturas
Y Marcos, nuestro cocinero particular
Xabi, a mi derecha, y Marcos, a mi izquierda,
parecían catalanes por momentos...
Y ya

miércoles, 14 de mayo de 2014

Acabo de alucinar

Perdonadme una breve interrupción en la línea temporal que está prevista seguir en este blog para contar lo que acabo de vivir. En un par de días sigo con mis aventuras de después de Semana Santa en orden cronológico.

Hace un rato he abandonado un conciertazo como pocos, y en uno de los sitios donde menos lo esperaba: en la iglesia. Como otros días, he ido a Misa a las 19 a la parroquia donde van la mayoría de estudiantes de la zona, una parroquia pequeña y acogedora, repleta de juventud y alegría. Al llegar ya he visto que en la parte trasera (es decir, la más lejana al altar) había montado un tinglado, con batería, amplificadores y mesa de mezclas bastante importante. En ninguno momento se me ocurrió que al acabar la Misa, a eso de las 20, unos músicos profesionales nos brindarían un concierto de jazz de lo más espectacular. La banda (chicos jóvenes que se dedican a esto, pero muchos de los cuales no han tocado juntos más que ayer en el ensayo...) me recordaba, salvando mucho las distancias, a Pink Martini: bajo, batería, guitarra, teclado, trompeta y dos cantantes, cada cual mejor que el anterior.
La cosa ha empezado de la siguiente manera: el sacerdote, antes de salir hacia la sacristía, ha colocado la custodia encima del altar, la gente se ha puesto de rodillas y los músicos han empezado a tocar un tema tranquilito. Por las pocas palabras que sé de polaco (la mayoría de las cuales corresponden al vocabulario eclesiástico) y por la situación en la que nos encontrábamos, he supuesto que la letra era dedicada a Dios. Al acabar la primera canción, ha habido una pequeña oración y la mayoría de la gente se ha puesto en pie y se ha dirigido al pasillo central, donde han disfrutado de la segunda canción moviendo el cuerpo al ritmo de la música, mientras seguían con la vista fija al altar. La tercera canción ya ha sido bastante más animada, y la gente ha empezado a dar palmas y a levantar las manos en un acto de adoración. Entre canción y canción había cortas oraciones (sin que la música dejara de acompañar, aunque a un nivel más bajo), e iban alternando un par de canciones tranquilas con un par de animadas.
Poco a poco la gente se iba soltando, y empezaban a dar saltos, a dar palmas más fuertes, a cantar cuando conocían la letra... Realmente me sentía en un concierto, con la única diferencia de que nadie estaba prestando atención a los músicos! Todo el mundo (incluso los propios músicos quienes, repito, eran muy buenos) tenía claro quién era el protagonista: Jesús. La banda la teníamos detrás, y nadie se giraba a verles tocar. Todos teníamos la vista fija al pequeño trozo de pan que descansaba encima del altar.

Después de una hora así, sin que la gente se sentara, el concierto ha acabado con un rock'n'roll que ha acabado de volver loco al personal. El bajista, que parecía un poco el que lideraba a los músicos, ha dicho unas palabras, hemos aplaudido... y la mayoría de personas nos hemos puesto de rodillas, para seguir rezando. Llevábamos algo más de dos horas en esa iglesia, pero no importaba. Había alguien mucho más importante.

Después de esta maravilla, sólo puedo sentir lástima por la mayoría de parroquias de mi tierra, donde los cantantes suelen estar más cerca de los 100 años que de los 30. Y, con todos mis respetos a toda esa gente mayor tan devota, para los jóvenes se hace difícil vivirlo igual. Necesitamos una renovación ya...

viernes, 9 de mayo de 2014

Lunes de Pascua polaco

Sí, ya sé que el lunes de Pascua pasó hace tiempo, pero yo os quiero contar ahora lo que hice ese día.

Aquí en Polonia suelo ir a Misa a una iglesia muy cercana a mi residencia que a todas horas está llena de estudiantes. Los fieles de esa parroquia, al verme tan a menudo con mi Misal, con cara de no entender mucho el idioma, se me fueron acercando para ofrecerme su ayuda, o simplemente para presentarse y curiosear sobre por qué un español va a Misa casi todos los días si no entiende lo que dice el sacerdote. Uno de los que más me han ayudado ha sido un chaval un poco mayor que yo que se llama Mikołaj (curiosamente, igual que yo). Este chico me ha llevado a jugar a fútbol, se ha ofrecido a traducirme los sermones del sacerdote más de una vez, me compró una Biblia en español y, justo antes de que me fuera a pasar la Semana Santa en casa, me invitó a conocer a su familia a la vuelta.
El domingo de Resurrección, cuando llegué a Polonia, llamé a Mikołaj, quien me dijo que el lunes irían todos los hermanos a comer a casa de sus abuelos, y que estaba más que invitado a unirme al festín. Como buen catalán, no dije que no a una comida gratis (que se auguraba abundante, además...).

El lunes preparé unas fresas del Maresme que me había traído conmigo para dárselas la familia y me encaminé a casa de mi amigo. Cuando llegué, Mikołaj no estaba allí. Tampoco sus padres ni ninguno de sus hermanos. Llegaba tarde, así que empecé a preocuparme, pensando que tal vez se habían ido sin mí. Al poco llegó una chica, que me miraba y me sonreía. Con un inglés bastante rudimentario me dijo que era Melania, la hermana pequeña, y me preguntó si era el amigo de Mikołaj. Le dije que sí, y vi que un poco más atrás llegaban sus padres, Grzegorz y Beata, a los que ya había conocido anteriormente. Todo arreglado. Al poco rato llegaron también Mikołaj y Witek, su hermano mayor, que está estudiando en Escocia, y llegó el momento de partir. Todos querían ir andando, pero intuyendo que al acabar la comida la gente querría ir en coche, a Mikołaj y a mí nos tocó conducir hasta allí, con lo que llegamos bastante antes que el resto de la familia y pasamos unos divertidos momentos con Jacek, el abuelo, que sólo habla polaco y parece un poco ido, y con Krystyna, la abuela, que nos sorprendió a los dos cuando dijo que entendía el inglés.

Esta es la pinta que presentaba la mesa cuando llegué.
Siento no tener también una foto con los comensales...
La mesa estaba puesta, y todo tenía una pinta excelente. Llegó casi el resto de la familia, con Zuzanna, otra hermana a la que todavía no conocía y solo faltaba Helena, la segunda de los hermanos, a la que ya había conocido en la iglesia, que dijo que llegaría más tarde con su novio, cuyo nombre no recuerdo, así que nos sentamos a comer sin ella.. Empezamos con una sopa de tomate excepcional, con arroz y otras cosas dentro. Eso se acabó rápido, y pasamos a los segundos: ensalada normal, ensalada griega, kasza (un cereal que me recordó al arroz, porque si lo comes solo no sabe a nada, y en Polonia lo usan como acompañamiento de todo), una especie de puré de patatas y, como plato fuerte, carne de pato con un relleno que no sé explicar (porque no entiendo mucho de cocina), pero era algo parecido a la pilota al forn que prepara mi padre, y para acompañar la carne, borówki, una salsa de arándanos rojos muy típica de los países de esta zona. Había otra ensalada, a base de frutas y queso, que no me quedó claro si formaba parte del segundo plato o del postre. En cualquier caso, estaba tremendamente buena.
Después de repetir de carne y ensalada, cuando parecía que no podíamos comer más, llegó el postre: diferentes galletas, frutas, pastas y dos tipo de mazurek, un pastel típico de Polonia, que comen dos veces al año: en Pascua y en Navidad. Por supuesto, nada de todo eso era comprado, sino que Krystyna lo había cocinado todo con mucho amor y dedicación.

Por si todo esto fuera poco, cuando me despedí de los abuelos me pusieron carne, ensalada, mazurek y un poco de pan en un tupper, para que tuviera comida para un par de días más...

Y así fue mi primer segundo plato. Luego le siguieron otros parecidos...