domingo, 24 de noviembre de 2013

El regreso III: noche de desesperación

Por suerte, la estación de servicio en la que me dejó Jaroslav era 24 horas, así que me metí dentro para no pasar frío. Les conté mi historia al chico y la chica que estaban trabajando, y aunque no hablaban mucho inglés parecían dispuestos a ayudarme: a un par de personas que entraron les preguntaron en checo si se dirigían a Polonia, pero no hubo suerte y pronto dejaron de molestarse, así que me tocó a mí intentar hacerles entender a los pobres conductores mi propósito. Por desgracia, la mayoría de personas en la República Checa parece que flaquean en inglés... Pregunté a la chica cómo se llamaba la ciudad en la que me habían dejado, y me informó que era un pueblecito a unos 20km de Praga llamado Nupaky. Cogí una de las guías que tenían a la venta para situarme y ver dónde estaba, y me pareció que no era el mejor sitio para dirigirse a Polonia, así que pregunté a la muchacha si había mucha gente dirigiéndose a Polonia. Me dijo que creía que sí. Que todo el mundo que pasara por allí iba en dirección Praga, y que para ir a Polonia había que pasar por Praga, así que mi ánimo no decaía. La gente llegaba con cuentagotas (no hay que olvidar que era las tantas de la madrugada...), y nadie parecía dispuesto a llevarme. Además, la mayoría de gente que venía eran camioneros, y me enteré más tarde que es muy complicado que te lleven en un camión, por temas de seguro y esas cosas, que la empresa no lo cubre. Me senté en una mesa e intenté echar una cabezadita, pero me despertaba con cada persona que entraba y volvía a la carga. Así pasaron horas y horas. Empezaba a preocuparme, pero estaba seguro de que por la mañana pasaría más gente, así que me comí los sándwiches que todavía llevaba conmigo y esperé con paciencia. A eso de las 6 de la mañana empezó a haber más movimiento. Venían más coches, pero nadie iba hacia Polonia... El tiempo seguía pasando y la gente seguía diciéndome que no. Salí a ver si podía irme andando hacia el pueblo, pero estaba en plena autopista, y por allí no se puede andar... Empezaba a desesperarme, así que decidí preguntar por Praga en vez de Polonia. Ya no quería hacer autostop: llevaba allí casi 4 horas y no había habido ningún tipo de progreso, así que lo tenía clarísimo: que alguien me llevara a Praga, y desde allí cogería un tren hasta Wroclaw. Iluso de mí. Parece que la gente en la República Checa no está acostumbrada a esto del autostop, y aunque bastante gente me dijo que iba a Praga, luego no me querían llevar. Llegaron otros tres empleados, con lo que una nueva idea pasó por mi cabeza: el chico y la chica con los que he pasado toda la noche me pueden llevar a Praga cuando cambien de turno. Así pues, a las 7, cuando vi que se iban me dirigí a ellos con la mejor cara de pena que supe poner y les pedí que me llevaran a Praga. El chico enseguida me dijo que no, que no iban a Praga. Le pedí que me llevara a cualquier sitio, que sólo quería coger un tren e irme a casa. Sin ni siquiera mirarme, mientras se metía en el coche me dijo: "coge el autobús". ¿El autobús? ¿Qué autobús? No hay respuesta... Por suerte, uno de los nuevos empleados era mejor persona, y se me acercó para indicarme que había una parada de bus justo al lado de la gasolinera. Era un servicio gratuito para los transportistas que trabajaban en unas oficinas que había allí, pero en principio nadie tendría que ponerme ningún inconveniente... Así que esperé en la parada y a las 7:30, después de dejar bajar a toda la gente, subí yo solo. El conductor me miró y me dijo algo en checo que interpreté como un "¿adónde vas?". Dije Praga muy orgulloso y me indicó que me bajara del bus. No me lo podía creer. ¡Jamás saldría de esa gasolinera! Con lágrimas en los ojos fui a buscar a mi amigo empleado y le conté la situación. Me dijo que no me preocupara, que en media hora llegaba otro y que él mismo iría a hablar con el conductor para que me dejara subir. Y así lo hizo. A las 8 nos fuimos los dos al bus, le explicó al conductor mi situación en checo y éste dio su beneplácito.
Ya en Praga, me metí en el metro y me dirigí a la estación central. Allí pregunté en la "Ticket's office" por el primer billete a Wroclaw. La mujer me sacó un planning para coger tres trenes diferentes, con una hora de transbordo entre cada uno de ellos. Me indicó que eso era necesario, porque los trenes iban un poco mal en la República Checa... Me salió por 14€, eran aproximadamente las 9 de la mañana, y el tren no salía hasta las 11:47, así que me fui a dar una vuelta por Praga, a buscar un centro comercial donde poder comer algo sin tener que cambiar de moneda y usar un baño sin tener que pagar. Mis ánimos entonces estaban por las nubes, así que al llegar al centro comercial, me senté en un McDonald's para tener WiFi y empecé a escribir a todo el mundo diciendo que ya no había nada de qué preocuparse, que todo estaba arreglado y que a las 18:23 llegaría a Wroclaw. Una vez más, iluso de mí. Cuando acabé con eso, todavía me quedaba un buen tiempo, así que me di una vuelta por el centro comercial y encontré una enorme librería, en la que me compré The day of the Jackal, de Frederick Forsyth, para hacer más ameno el viaje.

"It may take a little longer but I'll know how to find my
way back..."
The Eels - Railroad Man
Cuando llegó la hora, me fui de nuevo a la estación, subí al tren, me senté en el primer compartimento que encontré vacío e intenté leer, pero el cansancio y el inglés podían conmigo, y los ojos se me cerraban. La cosa iba bien. La lluvia había amainado, y el sol me daba en la cara mientras escuchaba canciones que me llenaban de optimismo. Íbamos a la hora en cada estación, no había retrasos ni imprevistos... hasta la penúltima estación. Allí estuvimos parados durante 45 minutos, esperando otro tren que tenía que unirse al nuestro. Eso todavía me dejaba 15 minutos de margen entre tren y tren. Avanzamos. Muuuuuy despacio. Y nos paramos de nuevo en medio de la vía. Pregunté a la chica del compartimento de al lado qué debía hacer si perdía el enlace. Me dijo que no me preocupara, que bajara en la estación prevista y que allí me lo arreglarían. Al final llegamos a Ústí nad Orlicí con más o menos una hora y media de retraso...
Salí del tren bastante mosqueado. Enseñé mi plan de viaje al jefe de estación y le pregunté qué tenía que hacer. Me dijo que mi próximo tren pasaba a las 5 de la tarde. No me lo podía creer, así que le pregunté si no había otra forma de llegar a Wroclaw, y su respuesta fue: “no es mi problema si tu tren se ha retrasado…”. Ese fue el único momento en toda mi aventura en que realmente perdí los papeles. Le grité que mi problema tampoco era, y que si él trabajaba allí algo de culpa podía asumir. A lo que sólo me dijo que preguntara en la “Ticket’s office”. Allí me dirigí, intentando calmarme y le pregunté lo mismo a la señora que estaba trabajando. Me dijo que no me preocupara, me explicó que había algunos trozos de la vía que estaban arreglando y que estaban acostumbrados a esos retrasos, con lo que también estaban preparados. Me imprimió dos nuevos plannings (sin que me costara más dinero): en uno tenía que coger tres trenes más; el otro era directo a Wroclaw pero llegaba más tarde. Le pregunté si no era mejor esperar y coger el directo para no tener más problemas con lo de los arreglos en las vías, pero me dijo que no. Me enseñó las estaciones por las que pasaban mis tres trenes, y todas coincidían con las estaciones por las que pasaba el que iba directo, con lo que si volvía a tener problemas sólo tenía que esperar en cualquier estación a que llegara el directo. Se lo agradecí un montón y como tenía más de una hora de espera, decidí ir a dar una vuelta por el pueblo. Entré en un par de bares para tomar una cerveza, pero en ningún sitio me dejaban pagar con tarjeta, así que volví a la estación y me puse a leer.

Esta foto la hice en la estación después de que me dijeran que "algunos
tramos de la vía" estaba siendo reparados. Como podéis ver, sería más
apropiado decir que "algunos tramos de la vía están bien"...
Mi siguiente tren llegó puntual, y me bajé a las pocas paradas en Lichkov. Allí tenía que coger un tren que me llevara a Miedzylesie y luego otro a Wroclaw, pero el tren que estaba esperándome ponía que se dirigía directamente a Wroclaw. Pregunté a un par de personas pero nadie sabía nada, así que me senté y esperé. Si realmente ese tren iba a Wroclaw, todavía mejor. Arrancamos, y en cuanto vino el revisor le pregunté si íbamos a Wroclaw. Me dijo que sí, confirmó que la hora de llegada era la que yo esperaba, y ahora sí que todo se estaba acabando. Tenía el planning entero, así que en cada estación controlaba que fuéramos a la hora, y así era. A lo mejor llevábamos 5 ó 10 minutos de retraso, pero esto en la República Checa no es nada (ni en España tampoco…).
Finalmente, cerca de las 20:30 (casi 40 horas después de haber empezado la aventura...) llegué a Wroclaw. Allí todavía tuve algún que otro imprevisto ayudando a un austriaco al que había conocido en el último tren y al intentar llegar a la residencia en tranvía, pero eso ya no importaba. Me sentía en casa...

5 comentarios:

marisa dijo...

La verdad es queda una pedazo de aventura... Y da gusto leerlas porque no escribes demasiado mal... :P tienes que seguir escribiendo estas entradas para los que no tenemos la suerte de vivir estas experiencias... Aunque tampoco hace falta que te vayas a hacer autoestop todás las semanas! En serio, tienes que seguir escribiendo!!

alvallega dijo...

Por mal que lo hayas pasado a veces, qué envidia me das por haber hecho esto, jodío! Bravo por el valor que le has echado, vas a poder contar esto como aventuraza lo que te queda de vida. Un abracete, fiestero!

Nico dijo...

Seguiré, seguiré, aunque no sé con qué frecuencia...

Ál, te apuntas a una aventura sin destino fijo el próximo verano? Lo hablaremos con calma... ;)

Marc Roig Tió dijo...

Esto recuerda mi interraíl con zapatillas, jeje. Yo también tuve que pedir socorro alguna vez para poder enlazar con el siguiente destino, pero una vez ha pasado el susto... explicarlo es muy satisfactorio.

Bonita experiencia y clase magistral de geografía, ¿eh? Si al final no hace tanta falta ir a clase como tener experiencias interesantes, ¿no?

Anónimo dijo...

Cuyons, Nicolau! Quan tornis de Polonia en tindràs per escriure un llibre!