lunes, 31 de octubre de 2011

Inadaptados

El sábado, después de muuuuchos años, fui al circo. Me llamaron unos amigos de la Fràter, y me propusieron si quería acompañarles. Habían estado pensando qué se podía hacer durante las fiestas con el mal tiempo que estaba haciendo (o amenazaba con hacer, porque al final no está lloviendo nada...), y alguien comentó que para ir al circo no hay que preocuparse de la lluvia; y así surgió el planón.

Disfruté mucho del espectáculo, pero no es de esto de lo que quiero hablar, sino de los baños. Se puede entender que un circo, que es algo que se monta tal cual sobre el césped, y al cabo de dos semanas se desmonta para llevarlo a otra parte a varios quilómetros de distancia, no tenga unos baños muy completos, sino que sea algo básico. Se puede entender. Entonces, si acompañas a alguien que va en silla de ruedas, te esperas a que termine la función, porque sabes que irás al restaurante de enfrente a cenar.

Lo que no se entiende es lo que pasó allí: cuando vas a los lavabos te encuentras con que no hay un baño especialmente adaptado para minusválidos, sino que sólo están el de chicos y el de chicas. Entonces, hay que suponer que cada baño tendrá sus propios lavabos adaptados. Y así era. O pretendía ser.
En realidad, el baño era tan pequeño, que si entrabas la silla de ruedas no podías cerrar la puerta. Entonces, se presentan dos opciones, a cada cual más absurda: o haces tus necesidades con la puerta abierta, para que todo quisqui pueda contemplar como funciona el asunto, o entras andando, dejando la silla fuera. Mi amigo, al que yo acompañaba, eligió esta segunda opción, porque puede hacerlo, pero dudo mucho que todos los minusválidos puedan entrar andando por su propio pie al baño. Es indignante. Deberíamos acampar enfrente de ese restaurante.



Os dejo con esta pequeña muestra de lo que vimos. No llevaba este vestido, pero la chica de goma es la misma que vimos nosotros.

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