miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿Alguna duda?

Con todo esto de Bolonia, existe una cosa conocida como tutorías, aunque a veces también hay quien las llama clases de dudas. Se supone que estas tutorías sirven para dar clase a un grupo más reducido, de tal forma que se pueda trabajar de una forma un poco más personalizada, y así resolver las dudas que uno pueda tener.

El año pasado ya me parecían absurdas, porque si uno no tiene dudas, ¿por qué tiene la obligación de asistir a esas clases? Sin embargo, este año es todavía mejor, porque han conseguido que la clase de dudas no sólo no resuelva dudas, sino que las genere. No está nada mal.

El tema viene a ser que en las tutorías de Química-Física (que no es una asignatura nada fácil) viene un profesor entrado en años, calvo y con cara de bonachón a dar una clase a las paredes: el profesor entra y anuncia que va a realizar el ejercicio N; escribe el número en la pizarra y empieza a resolver el problema, a la vez que le va explicando a la pizarra lo que está haciendo. Como es lógico, en algún momento tiene que girarse hacia nosotros, más que nada porque alguien le pregunta qué está haciendo exactamente. Entonces el profesor orienta su cabeza hacia el sitio de donde procede la voz, cierra los ojos para evitar darse cuenta de que tiene una veintena de alumnos a los que se supone que debería estar resolviendo las dudas, sonríe, dice un par de cosas y vuelve a dirigirse a su amiga la pizarra. De vez en cuando, si algo no le sale y tiene que pensarlo detenidamente, mira hacia la ventana y se lo cuenta a los pájaros, que deben tener un conocimiento de la química-física bastante notable, pero a nosotros no nos dirige la palabra, o al menos no tienes la sensación de que lo haga.

Al final, te das cuanta de que has estado perdiendo el tiempo durante una hora, porque no has entendido nada, y probablemente, si has intentado seguirle, te vas con más problemas de los que tenías al entrar. Pero no puedes hacer nada, porque son tutorías obligatorias...

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