sábado, 14 de enero de 2012

El río y la fuente

Hace cosa de un mes llamé a mi padre para pedirle consejo literario, y me recomendó El río y la fuente, de Margaret A Ogola. Mi padre tiene muy buen criterio, pero otras veces ya me ha recomendado libros basados en hechos reales y que transcurren en África o en la India que no me han terminado de convencer, así que cuando leí que este libro hablaba de la historia de 4 mujeres en Kenya (abuela, madre, hija y la nuera de ésta última) se me pasaron las ganas de leerlo.
Pero la confianza en el criterio de mi padre más fuerte, y doy las gracias por ello, porque he descubierto un libro realmente bueno, que os recomiendo a todos y que nos deja algunos párrafos increíbles como los siguientes:

"Hija mía, me has hecho sentir vergüenza. Ya no eres joven, pero nunca has cesado de ser tan egoísta como un niño, y crees que los demás pueden sufrir mientras tú tienes el derecho a ser feliz. Tiemblas como una caña al viento, porque nunca has perdonado a Dios por no haberte dado tantos hijos como a otras mujeres, que consideras menos dignas que tú. Piensas que Dios te debe algo y está obligado a asegurarte que la vida de tu hija será larga y próspera. Aprende, hija mía, que Dios no debe nada a nadie: Él da a todos, a los buenos y a los malos, por su propia bondad, de acuerdo con su sabiduría y su misericordia. Hace tiempo que has dejado de ser una niña, pero no entiendes nada."

Y también:

"Sus padres le miraron con asombro: ¿sería posible que entre sus hijos floreciera una vocación al sacerdocio? Su madre, educada en la misión católica, y firme en su fe, aprobaba con gusto la idea. Mark tenía sus dudas; no es que no fuera un fiel católico, pero no era tan fervoroso como su mujer. Consideraba que la religión, en su conjunto, era algo bueno, y para él, como para mucha gente honrada, constituía un hábito incuestionable. Pero, aunque tenían cuatro hijos varones, de mala gana consentiría en desprenderse de uno; (...). Mark, como tantos otros, en el fondo de su mente, sostenía la inconfesada idea de que sólo pueden querer ser sacerdotes los que intelectualmente no sirven para otra cosa. Por otro lado, sin embargo, estimaba mucho al Padre Peter y, como todo el mundo, sabía apreciar un buen sermón: ¡contradicciones de la razón humana!"

Y otros muchos que deberíais leer directamente del libro. Os podéis sentir fácilmente identificados con muchos aspectos de las vidas de los protagonistas, aunque culturalmente seamos tan diferentes...

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