Ayer, como todos los martes, entrenamiento con los chavales. Y me dijeron que vendría el chaval cuyo padre falleció hace menos de una semana. Siento volver a ese tema, pero veréis que es necesario.
Algunos de mis jugadores van directamente al campo y él es uno de ellos. Los demás vienen a Altarmira y de allí vamos andando al campo. De camino les conté que vendría Luis (así se llama el chaval), y que por favor no le atosigaran; que el pobre chaval hacía un gran esfuerzo viniendo a entrenar y no era para que todos le estuvieran recordando lo que pasó. Todos comprendieron.
Llegamos y, aunque yo esperaba ver a los 3 ó 4 que se esperan en el campo hablando con Luis, me sorprendió verles riendo y tirando a portería, como hacen todos los martes antes de que lleguemos los demás. Me sorprendió positivamente, claro está.
Después de saludar y de charlar un rato, les mandé a correr, menos a Luis, a quien pedí que se quedara un segundo hablando conmigo. Como entrenador, me sentía en la obligación de comentar algo. Esta fue, más o menos, nuestra conversación:
N: ¿Cómo estás, Luis?
L: Bien.
N: Oye, entiendo que estés tocado. No te preocupes por los entrenamiento. Si prefieras tomarte unas semanas sin venir, a mí no me importa.
L: No importa. En casa ya estamos tranquilos. De vez en cuando se nos escapa alguna lágrima, pero es algo que ya ha pasado y hay que saber superarlo.
Como podréis suponer, me dejó sin palabras. Que un chaval de 12 años te diga esto cuando hace menos de una semana que murió su padre, es para quitarse el sombrero.
Luis me dió un gran ejemplo, que me hace preguntar si realmente es necesario que me queje porque un compañero de mi colegio mayor no recoja las toallas del baño...
1 comentario:
Bien, Nico, joderrr!
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